jueves, 8 de mayo de 2014

Corazón de bicicleta.

Nunca fuí pretencioso para asumir el olvido. Desde siempre llevo conmigo cajitas de momentos decoradas en colores y palabras de ocasión.
Los colores son canciones y siempre fué mejor salir a pasear con un corazón de bicicleta por esos lugares que dejan sonrisas tras de sí.
Calles de días, meses y años, veredas de noches, esperas y besos.
El amor descalzo cruzando la vieja avenida, indiferente al tren que se va.
Los viajes a mil y el viento pegando de frente en un barrio viejo, la esquina que nos encontró llenos de lluvia abrigados de sueños.





lunes, 28 de abril de 2014

Fa menor.

Busco el sonido donde empuja el alma.
La noche se aprende.
Cruzar a Erdosain en algún vagón
de tren hacia el Oeste, y en cada
alejarse, el mismo silencio.
Un Fa menor que nunca queda bien.
La desesperación no entiende de esperas bajo el sol.

miércoles, 23 de abril de 2014

Llover uno.

Y acá cuando llueve es siempre lo mismo. Gotean recuerdos, se inunda lo que falta y se llena la memoria del agua que arrasa al olvido.
Uno vive corriendo en busca de un techo que ayude a no empaparse de repeticiones y anda a los saltos ignorando los charquitos de las ganas.
¿Y cuántas veces se aguarda en cualquier esquina que pase el viento de un momento para así poder añorarlo en algún desvelo?
La lluvia insiste en decir lo que no está, mojados los zapatos de lo no dicho.


viernes, 18 de abril de 2014

Pequeño monólogo a modo observación sobre los días que se van.

-Y pensar que hay gente que duerme de noche, ¿me podés creer?
Justo en ese momento en el que el alma empieza a desperezarse resulta que uno tiene que descansar porque en unas horas suena la alarma que nos mantiene cautivos.
A estas veredas no les queda bien el sol, que querés que te diga, si, ya sé, muy linda la tarde soleada, la morocha de allá enfrente y demás, pero acá faltan los otros, los que no saben donde van.
Con el sol de buchón se llega a cualquier lado, las horas pasan correctas, las tardes se dejan apilar.
Los recuerdos visten la ropa de la noche.
Miralos, llevan sus vidas a cuestas, repetidos a montones ¿ves que idénticos son?
Se perfuman y todo, se esconden entre abrigos y van, otra vez lo mismo.
Lo curioso es que en su interior solo esperan que el día se vaya y así volver a empezar.
La noche prefiere encontrarnos en un poema, en un texto a corregir, en una canción a terminar, en aquellos discos entre copas, en los pasos perdidos al atravesar los pasillos de una ausencia.


lunes, 27 de enero de 2014

Vísperas de carnaval

Apenas el verano se deja ver, no sin demoras comienzan los preparativos para las celebraciones de los simples.
Cada atardecer reúne a los animados a confundir la siesta del domingo con golpes exactos para despabilar el alma.
Los perros ladran ansiosos, los vecinos se acercan a mirar y apenas moviendo sus cabezas se dejan aceptar por el ritmo.
Acá no hay aversión que valga, el barro no desprecia.
Se siente en el aire una alegría de murga, vísperas de carnaval.
El potrero del barrio es el escenario indicado para ensayar, esta tarde los arcos oxidados no serán testigos de gambetas y aún así estarán contentos.
Todas las calles posibles del lugar ofician de acceso y una vía muerta hace las veces de sendero para los curiosos que llegan.
Corazones de repique en un barrio de casas bajas, poblado de fábricas olvidadas que delatan un tiempo que no va a volver.
Una sonrisa como vestuario mejor, el folklore de los que no pueden desafía las balas.
A la esperanza se la sostiene a los saltos, repletos los sueños están de lentejuelas.
La felicidad de los descalzos no piensa en los tiempos que corren, aquí al mundo se lo combate bailando.



domingo, 26 de enero de 2014

Devenir en reconocimiento

A los tangos tarareados.
A las fotos de momentos.
A los sueños que no llegan.
A los finales abiertos.
Al jardín que me dió vida.
A su generoso asiento.
Al genuino instante en que las palabras invaden cuadernos.
A la búsqueda.
A las respuestas no encontradas.
A los pies descalzos.
A las cervezas tibias.
A los ahogados de momentos que no pueden venir.
A mi soledad.
A las canciones en sol mayor.
Al bar de la estación.
A los textos que no piden permiso.
A los discos que vuelven.
A los sueños que no pude contarte.
A los silencios.
A los costados vacíos.
A Alejandra, a Julio, a Roberto, a Jorge Luis.
Al abrazo sostenedor de los amigos.
A las guitarras, libros y discos.
A las voces que siguen cantando.
A la esperanza que no cede.
Al poder extrañarte cada día.
Al amor que espera.
Y vas. Abracadabra de las palabras.
Don Juan de las ausencias.
Y tu alma va.

martes, 14 de enero de 2014

Dos pases seguidos

Siempre es un gusto encontrarse con esos amables plateistas que invaden nuestros estadios de fútbol, sentaditos ellos y en bermudas, delatando a los gritos diversas irregularidades en la toma de decisiones del Sr. Referí, como si este pobre diablo llegara a percibir tanto sentimentalismo allá a setenta metros.
Ignorando todo improperio, uno nunca sabe bien si estos hombres de fé que bien podrían haber sido entrenadores exitosísimos en la liga de fútbol amateur de Villa Devoto se dirigen al arbitro en cuestión, o en realidad invocan a un proveedor, a un cliente deshonesto, a la indiferencia del hijo menor o a ese rejunte de malicia y risa burlona que tienen sus esposas ante semejante desborde emocional. También es sabido que no siempre es con el hombre encargado de hacer cumplir con las reglas del juego el asunto.
Después de tantos años de visitar estadios se ha perdido la posibilidad de tener el número concreto de putas que han parido jugadores profesionales en este hermoso deporte.
La historia de nuestra selección no hubiese sido la misma de haber agarrado el equipo a tiempo don Pedro, seguramente hubiéramos tenido la tapa de todos los diarios deportivos del mundo si el panadero Miguel hubiese metido mano en la formación inicial en aquel mundial que tanto mal nos hace traer a la memoria.
Los secretos del mundo se cobijan en las decisiones del número diez, soledad es la que vive ese falso profeta que trajeron del ascenso cada vez que intenta dar dos pases seguidos sin ninguna posibilidad de éxito.
La ética y el bienestar son poco menos que cenizas cuando el que se supone goleador eleva a niveles insospechados la capacidad de espanto en el espectador.
Y así, cada fin de semana, otra vez ese acto popular despreciado por Borges.