martes, 14 de enero de 2014

Dos pases seguidos

Siempre es un gusto encontrarse con esos amables plateistas que invaden nuestros estadios de fútbol, sentaditos ellos y en bermudas, delatando a los gritos diversas irregularidades en la toma de decisiones del Sr. Referí, como si este pobre diablo llegara a percibir tanto sentimentalismo allá a setenta metros.
Ignorando todo improperio, uno nunca sabe bien si estos hombres de fé que bien podrían haber sido entrenadores exitosísimos en la liga de fútbol amateur de Villa Devoto se dirigen al arbitro en cuestión, o en realidad invocan a un proveedor, a un cliente deshonesto, a la indiferencia del hijo menor o a ese rejunte de malicia y risa burlona que tienen sus esposas ante semejante desborde emocional. También es sabido que no siempre es con el hombre encargado de hacer cumplir con las reglas del juego el asunto.
Después de tantos años de visitar estadios se ha perdido la posibilidad de tener el número concreto de putas que han parido jugadores profesionales en este hermoso deporte.
La historia de nuestra selección no hubiese sido la misma de haber agarrado el equipo a tiempo don Pedro, seguramente hubiéramos tenido la tapa de todos los diarios deportivos del mundo si el panadero Miguel hubiese metido mano en la formación inicial en aquel mundial que tanto mal nos hace traer a la memoria.
Los secretos del mundo se cobijan en las decisiones del número diez, soledad es la que vive ese falso profeta que trajeron del ascenso cada vez que intenta dar dos pases seguidos sin ninguna posibilidad de éxito.
La ética y el bienestar son poco menos que cenizas cuando el que se supone goleador eleva a niveles insospechados la capacidad de espanto en el espectador.
Y así, cada fin de semana, otra vez ese acto popular despreciado por Borges.


No hay comentarios:

Publicar un comentario