domingo, 10 de noviembre de 2013

Monserrat

Buenos Aires y sus silencios eternos. Barrios que desbordan de ausencias, calles que protegen corazones en otro día que se va, ventanas testigos de miradas que no encuentran de buscar.
Cuantos maquillando sonrisas, cuantos diseñando la escenografía de momentos a venir.
Los sueños que se sueñan son palabras que buscan asaltar amores, devenir canciones, trascender poemas.
Los sueños que se sueñan son abrazos por llegar.



miércoles, 23 de octubre de 2013

La mala racha

Mientras dura la mala racha, pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.


* Texto sugerido de "El libro de los abrazos", Eduardo Galeano.

martes, 24 de septiembre de 2013

Anecdotario

Nunca es fácil hacer mea culpa cuando la sombra de alguna pérdida asoma por la ventana justo en ese momento en que se busca la concentración necesaria para terminar el libro aquel que tanto gusto dá.
No es un acto voluntario hablarle a una ausencia cuando se espera en la cocina que el agua del mate esté lista.
¿Cómo va a querer Esteban que las últimas palabras de María antes de fletarlo lo toreen justo en el momento de pedir pizza?
Nunca le creyeron los amigos del barrio a Martin cuando decía que veía a Julieta hasta en la sopa.
Nadie le enseñó a respirar a Pedro cuando Vanina le dijo que necesitaba algo de aire.
Y así se van amores, como vientos ya sin fuerza.
Pequeño anecdotario de soledades.
Por más que se lo repitan una y otra vez, Fabricio no va a dejar de creer que los pasos apurados de tacos en el pasillo son los de Sofía.
Augusto y las canciones que no pudo volver a escuchar sin desarmarse en su imaginación de tanto intentar abrazar a Violeta.
Y Bruno, que daría cualquier cosa por tener a su lado a Bárbara y pedirle por favor que se apure, que llegan tarde, que los tíos, que sabés como son con los horarios.
Desgastante es la cábala de Lucas, que insiste en creer que de tanto pensar en Romina, el día menos pensado vuelve a su lado.
Y así se intenta andar, despidiendo amores, trasnochando errores, ignorando yapas.

jueves, 15 de agosto de 2013

Por llegar

Ahí es donde está, podés ver?

Para llegar es conveniente escalar desde los temores y permitirse subir sin apuro.
Al ir animándose y sentir firmeza al trepar, agarrarse del sentimiento será provechoso.
Considerar una posible falta de aire parte del proceso del que espera.
Llevará tiempo encontrar donde parar y este tipo de escalada  no contempla lapsos semejantes.
Es posible y ventajoso respirar de sueños, animar el movimiento y encontrar la mejor posición de agarre.
Cuando duela el cuerpo de tanto subir siempre será mejor sostenerse a una sonrisa para aliviar el dolor.
Respirar ante cada empujón de viento y mantenerse firme, por más fuerte que este sea, más fuerte será el anhelo del que trepa por llegar.
Librarse de peso innecesario. Sentir. Llegar una y otra vez en sueños. Pisar. Abrir los brazos.


lunes, 15 de julio de 2013

Aire



No es tanto lo que pido, solo poder abrazarla, tomarla de la mano, caminar por su barrio, distraídos del mundo.

martes, 2 de julio de 2013

Miradas vacías



 En un barrio cercano a la Capital están pasando cosas raras.
 Los adolescentes han dejado de lado el orgullo de ganarle a los de la otra cuadra en el picado, para comentar en un cuarto sin luces y sin rastros, la media compañía de un amigo por llegar, compañía que no será completa porque perderán su breve lapso de tiempo juntos comentando en ese mismo vacío lo que suponen hacer.
También sucede en personas mayores de la zona que han tomado el hábito de mostrar la intimidad de una cena de amigos, o mejor aún, unas merecidas vacaciones a quien se disponga a verlo, invitando amablemente a quien desee, a formar parte del asunto sin probar bocado o quemarse al sol.
Los que entienden del asunto juran haber visto en un Restaurant de la avenida que lleva a Castelar a dos adolescentes tardías que en su afán por responder a la brevedad una mención agradable, perdieron la vista en sus celulares y la posibilidad de disfrutar el momento juntas.
Ya no se escucha en los atardeceres el golpe de una cortina por un pelotazo o el "¡pica fulano!" a un pobre amanecido que no se apioló a tiempo de buscar un mejor escondite.
No importa si la Tía del interior no puede acceder, las fotos están a disponibilidad de cualquier amigo, porque cuando de amistad se trata lo importante es compartir.
Otros jóvenes del mismo barrio describen en directo lo que suponen sus vidas, con detalle inoportuno de lugares, sensaciones y canciones.
No suele ser bien visto el no formar parte de la estratagema del lugar.
Se acompañan como pueden, en un todo completo a la nada.
Los vecinos mayores no entienden bien que pasa y para no ser menos recuerdan cuando llegó a sus manos el primer televisor color en un viejo fraude memorioso.
Lo bueno de esta ocurrencia, para alegría de sus padres o parejas, es la sensación de lejana cercanía, ya que hoy no necesitan escucharse, y solo algunos necesitan verse.
Forman parte de redes que al parecer unen, por más que en una de las pocas despensas que quedan con vida en el barrio piensen lo contrario.
Para desilusión de los pocos aburridos que quedan, en la zona han desaparecido los metegoles para siempre.
Ya son varios los que en las cercanías de la estación de tren comentaron que han aparecido nuevas y discretas maneras de llamar la atención a él o la prosista que despierte un interés en particular, para espanto de algunos desentendidos.
Los varones ya no necesitan de su afán de seducción y sus mejores ropas para conquistar a esa morocha que tanto los desvela con su foto de perfil, hoy con una buena conexión a Internet y dos o tres artilugios les basta para cortejarla.
Los hay también en una zona cercana a la plaza, que, osados ellos, denotan una seguridad solemne mediante frases atinadas y jocosas, atrayendo la curiosidad de la perseguidora de turno.
En algunos rincones los hay serios e intelectuales, actores del descreimiento, aspirantes al reconomiento inmediato.
Son redes sociales solitarias, donde la expectativa por el primer encuentro de miradas está ausente y solo entra en juego la espera a un nuevo rejunte de palabras, limitadas éstas, para no aburrir al paciente escolta.
Forman vocablos propios del enjambre y disparan ocurrentes sarcasmos al aire, como quien cuenta un chiste oportuno en una reunión semanal de muchachos.
Se siguen pero no se encuentran, se hablan pero no se escuchan.
Y aún así, en constante rebelión a los tiempos que corren y con la certeza de un abrazo, una pareja muere de amor esperando el colectivo.

Vacío



Escenarios. Montones de voces entrecruzadas sin encontrarse entre mesas vacías y soledades.
Completud de un goce abyecto.
Calmantes distractores de ausencias.
Un lugar donde la mirada no busca el brillo de unos ojos.
Un lugar donde se busca lo que no se encuentra.
¿A cuántos silencios estás de gritar?
¿En cuántas ausencias te vas a encontrar?
¿Te vas a encontrar?


viernes, 14 de junio de 2013

Habitación espiral



Entrar a la habitación espiral por donde mejor merezca la ocasión.
En algún cajón de la médula deben estar la bicicleta azul y las bolitas japonesas.
Si se busca con atención devota, en los recovecos de la tráquea aparecerá el aroma de una cena de invierno, las interminables escondidas, una sonrisa pícara y la angustia por una pelota pinchada.
De tanto investigar con entusiasmo pueril, en viejas bolsas guardadas en el esternón se verán intactos cuadernos llenos de sueños y un atardecer naranja en una vereda a terminar.
Al revolver en el ropero del cerebro se repasarán tardes en el mar y el perfume tenaz de un amor inconcluso. 

viernes, 17 de mayo de 2013

La posibilidad del instante

Te busco en las vidrieras, en el letrero del negocio de la esquina, en los ruidos de tacos, en mis manos vacías.
Te busco en mi campera, en el silencio de la madrugada, en la llegada del sol.
Te busco en el sonido, en la espera taciturna, en la mueca del presente.
Te busco en mi mejilla y en mi sombra reconozco tu sonrisa.
Te busco en el poema, en el perfume de las flores encendidas, en cada estación.
Te busco en los misterios, en las cosas que no digo, debajo de mi cama, en los hasta después.
Te busco en mis cosquillas, en los sobres de las cartas no escritas, en los ruidos del pasillo. 
Te busco en miradas ajenas, en la posibilidad del instante.
Y en verdad estarás en tu ciudad, abrigada y maldiciendo la descortesía del invierno, calentando café para escaparle a un mal sueño. 
Me recordarás en silencio, mientras un sorbo caliente te devuelve al orden natural de los días. 
Y yo vuelvo a buscarte en mi barrio favorito. 

martes, 14 de mayo de 2013

Los indiferentes

Los indiferentes no tienen tiempo para detenerse y mirar a los costados.
Los indiferentes desconfían de las voces no escuchadas.
Prefieren andar descalzos y esperar el invierno, sin tanto reclamo emergente.
A los indiferentes no se los convence con poemas de vagón y copas a medio tomar.
Los indiferentes despotrican los dolores del pasado, ignorándote.
Se bastan de ellos mismos, pasan el hambre de sus faltas.
Los indiferentes se aburren rápido, esperan poco, pretenden nada.
Se exilian de preguntas, confunden las respuestas.
Los indiferentes no escriben a nadie, siquiera a su esperanza.
Coleccionan suspiros fatigados, platos fríos, llamadas perdidas.
Los indiferentes son lo que no esperabas.
No abrazan por no perdonar, no sienten por no permitir.
No llaman por no escuchar, no mienten por no pedir.
Van despacio para tropezarse.
Los indiferentes, mezclados en la gente, junto a vos, camino a la estación.



viernes, 3 de mayo de 2013

Frontera

Ojo a ojo.
Gota a gota.
Voz a voz.
De la clandestinidad de la ausencia
al murmullo del silencio.
El suplicio tentador de las vocales.
El infierno multicolor de la mirada.

jueves, 2 de mayo de 2013

La resistencia



Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro quien siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es por que otros nos han ido salvando la vida, incesantemente.
A los años que tengo hoy, puedo decir, dolorosamente, que toda vez que nos hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado. Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos. Uno no puede detenerse en un encuentro porque está atestado de trabajos, de tramites, de ambiciones. Y porque la magnitud de la ciudad nos supera. Entonces el otro ser humano no nos llega, no lo vemos. Está más a nuestro alcance un desconocido con el que hablamos a través de la computadora.
En la calle, en los negocios, en los infinitos trámites, uno sabe -abstractamente- que está tratando con seres humanos, pero en lo concreto tratamos a los demás como a otros tantos servidores informáticos o funcionales. No vivimos esta relación de modo afectivo, como si tuviésemos una capa de protección contra los acontecimientos humanos “desviantes” de la atención. Los otros nos molestan, nos hacen perder el tiempo. Lo que deja al hombre espantosamente solo, como si en medio de tantas personas, o por ello mismo, cundiera el autismo.

Ernesto Sábato.

lunes, 15 de abril de 2013

A veces extraño lo que no fuimos


A veces extraño lo que no fuimos.
Las palabras que fueron silencio
Y los sueños que hasta en sueños fueron falsos.
Las miradas perdidas
Y los besos que solo tenían unos labios.
Las formas que aparecen en mi mente sin saber por que.
Los olores que sin ser tuyos me atraen,
Las caricias que no conocen procedencia
Y las luces que no tienen fin o forma.


A veces extraño lo que no fuimos.
El tiempo que no pasó,
Las fronteras que no cruzamos,
Los viajes que nunca hicimos
Y las palabras que no dijimos.

A veces extraño lo que no fuimos
Y me pregunto si en verdad lo fuimos,
Ya que el corazón envía mensajes erróneos
Y la cabeza entiende que si fuimos
Algo mas que amigos.

A veces extraño lo que no fuimos
Y aparece ante mis ojos un primer encuentro.
Un café, la inocencia de conocerse,
La proyección de un futuro juntos
Y la sensación de haber llegado a mi punto.

A veces extraño lo que no fuimos
Y regreso a las lagrimas y los suspiros
Y recordando lo que no fuimos,
Sigo caminando hacia un futuro juntos.

* Texto sugerido de Julio Eduardo Valenzuela Díaz.


miércoles, 6 de marzo de 2013

Noche

Tan mal no estuvo. Pasé a buscarme de noche, ahí donde no me veías.
De tanto revolver encontré viejos papeles donde te nombraba y decidí permanecerlos.
Otra vez cruzar los dedos para no pensarte.

lunes, 18 de febrero de 2013

Las malas costumbres

Una mesa mal cuidada, espacio suficiente para acomodarme e intentar acercarme.
Al que fue el cine del barrio lo ocupó la mala espina.
Ochenta y cuatro hojas rayadas menos algunas. Palabras del viento.
Estás ahí? Hay tanto de que hablar.
Sentate cerca mío. En el cordón hay lugar para los dos.
La vereda tiene nuestro rostro.

sábado, 9 de febrero de 2013

Tango del Sur (Fragmento)

Cada vez que Juan trae a su memoria el recuerdo de aquella época, toda nueva descripción minuciosa de algún asunto en particular, viene acompañada de la misma pregunta acomplejada de respuestas. Él siempre sugirió que en su cuerpo hubo algo peor que los silencios del país en esos tiempos, que le es imposible separar una cosa de otra (...) Primero la separación con Malena y después el descenso de San Lorenzo, demasiados golpes en tan poco tiempo, el dolor ahí, a la vuelta de la esquina, como un tango escondido.
San Juan y Boedo, el amor, la paz y el cielo, perdidos.

jueves, 7 de febrero de 2013

Mariposa

 No existe día en que por un instante no te encuentre volando delante de mis ojos como una mariposa, mirarte, siempre colorida y sonriente, para no detenerte y seguir tu vuelo, y así volver a mi rutina de papeles firmados, peinados despreocupados, horas lentas. Siempre igual, siempre en el olvido.